Sexo, cultura y economía: una mirada al reconocimiento del trabajo sexual en Colombia

Durante décadas, el trabajo sexual ha sido uno de los temas más ignorados, estigmatizados y malinterpretados en el debate público en Colombia. Sin embargo, en los últimos años, el Gobierno Nacional ha empezado a dar pasos hacia una transformación histórica: el reconocimiento de las personas que ejercen actividades sexuales pagas como sujetas de derechos, una apuesta política que implica una respuesta institucional, y lo más importante, nos obliga a reflexionar sobre lo que significa el sexo en nuestra sociedad: más allá del tabú, la moral, el escándalo o el prejuicio.

En este sentido, y en una construcción conjunta, el Ministerio de La Igualdad y la Equidad de Colombia reúne a las personas vinculadas a las actividades sexuales pagas en las diferentes modalidades y al trabajo en plataformas digitales, a través de mesas de diálogo social que buscan reconocer una actividad que si bien es de miles de años, tiene connotaciones sociales, culturales y económicas.

Véase también: Apuesta del Gobierno Nacional Colombiano, a través del Programa de ASP

En la 3.ª Mesa de diálogo permanente, El Ministro de Igualdad y Equidad, Carlos Rosero, compartió un mensaje contundente sobre su apoyo y comprensión de las problemáticas de las personas que ejercen el trabajo sexual —mujeres cis, mujeres trans, hombres, personas no binarias. Mencionó «Conozco y respeto su historia y su vida, entiendo las experiencias frente a los tiempos de espera sobre respuestas institucionales, y reitero nuestro compromiso de generar condiciones para que esta población tenga garantías de derechos, permitiendo ejercer su actividad, con libertad, seguridad y acompañadas por el Estado».

Es nuestro deber seguir defendiendo este espacio de escucha activa, lo que nos reúne hoy en aras de elaborar un decreto con derechos y deberes, con el propósito de implementar acciones afirmativas que conlleven a un cambio importante desde el reconocimiento de estas personas y el respeto por sus decisiones.

Sexo como hecho social: entre moral y realidad

La sexualidad está permeada por normas sociales, creencias religiosas, narrativas culturales y estructuras de poder. En Colombia, hablar de sexo abiertamente aún resulta incómodo para muchos sectores, y más cuando se trata del trabajo sexual. Pero lo cierto es que esta actividad existe, resiste y persiste, a pesar de las múltiples formas de exclusión a las que han sido sometidas las personas que la ejercen.

Reconocer el trabajo sexual como una realidad social es el primer paso para erradicar la violencia institucional que recae sobre quienes lo ejercen. Se trata de continuar transformando los imaginarios de la sociedad, quienes desde su libertad también, elijen y perciben realidades diferentes. Sin embargo, el abuso, negación de servicios básicos y la falta de respuesta institucional no pueden seguir siendo respuestas frente a una actividad que, se ejerce por necesidad y por decisión propia.

Una construcción cultural de múltiples capas

Nuestra cultura y educación ha moldeado la manera en que entendemos el sexo y a quienes lo practican. El trabajo sexual, especialmente cuando lo ejercen mujeres, ha sido duramente juzgado desde una doble moral que celebra el deseo masculino pero condena el consenso femenino.

En este contexto, las personas que ejercen el trabajo sexual —mujeres cis, mujeres trans, hombres, personas no binarias— han tenido que enfrentarse a la marginación económica y a la exclusión simbólica. Se les reduce a estereotipos, se les silencia en los debates sobre sus propios cuerpos y se les niega la posibilidad de ser vistas como trabajadoras.

Desmontar estos imaginarios es clave para avanzar hacia una sociedad más justa, donde el ejercicio de la sexualidad, en cualquiera de sus formas, no sea penalizado ni condenado desde una visión moralizante.

El sexo también mueve la economía

El trabajo sexual no es una actividad marginal desde el punto de vista económico. Mueve flujos muy representativos de dinero, tanto en contextos formales como informales: desde el entretenimiento para adultos, pasando por nuevas formas digitales como el modelaje webcam.

Muchas personas encuentran en el trabajo sexual una alternativa viable frente a mercados laborales precarios, excluyentes o violentos. Otras lo eligen por autonomía, por ingresos superiores al promedio, o por la posibilidad de ejercer control sobre sus horarios y condiciones.

No obstante, al no ser reconocido legalmente como un trabajo, quienes lo ejercen están fuera de los sistemas de seguridad social, no tienen acceso a pensiones, no pueden denunciar explotación sin exponerse a represalias y enfrentan todo tipo de riesgos en la informalidad.

Una apuesta por la dignidad y los derechos

El reconocimiento que promueve el Gobierno Nacional no se trata de “legalizar la prostitución” como muchos afirman erróneamente. Se trata de reconocer que hay personas que viven del trabajo sexual y que, como cualquier otra persona trabajadora, merecen vivir libres de violencia, discriminación y pobreza.

Esto implica políticas públicas con enfoque de derechos, construidas con las voces de quienes ejercen estas actividades. También implica acceso a salud, educación, justicia y oportunidades económicas, pero sobre todo implica respeto: respeto por la autonomía, por los cuerpos, por las decisiones y por las trayectorias de vida de miles de personas en el país.

El objetivo del Gobierno Nacional

Hace un llamado a la comprensión humana diferente, desde las libertades de cada persona, y sobre todo, de elegir sobre su cuerpo y su sexualidad. Hoy, se debe convocar desde la búsqueda de una reglamentación y regulación que permita que las personas que ejercen esta actividad puedan hacerlo, con la seguridad, estabilidad y buenas prácticas que promueven desde las diferentes corporaciones, colectivos y organizaciones sin fines de lucro que asocian y protegen a estas comunidades.

Conclusión: de la hipocresía social al compromiso ético

El sexo ha sido históricamente motivo de vergüenza, doble discurso y exclusión. Y también puede ser una oportunidad para repensar los valores sobre los que construimos sociedad. Reconocer el trabajo sexual como trabajo es una apuesta ética por la dignidad humana, por los derechos fundamentales y por una Colombia más incluyente.

La transformación ya comenzó. Ahora nos toca como sociedad decidir si queremos seguir mirando hacia otro lado o si estamos dispuestos a construir un país donde todas las vidas —también las que han sido sistemáticamente invisibilizadas— importen por igual.

 

Referencias:

  • Diario Jurídico: Colombia – Dignificar el trabajo sexual remunerado.

  • El País: “Trabajo sexual es trabajo”: la bancada de Comunes radica un proyecto de ley para regular la prostitución en Colombia.

  • Human Rights Watch: Violaciones laborales y explotación sexual en los estudios webcam en Colombia.

  • Concejo de Bogotá: Actividades sexuales pagadas: entre la informalidad y el estigma.